¡Hola!

Una vez en el aeropuerto recuperamos el pasaporte, que nos retiraron para evitar que entráramos en el país, ya que no teníamos visado por estar en tránsito.
Pasamos los controles de seguridad, con comentario incluido por si caía algo ("¿esas gafas de sol son para mi?","enséñame la cartera, podrías darme uno de esos", refiriéndose a billete euro) y tras embarcar, solo nos quedaban seis horas por delante hasta llegar a Accra.
Pasamos los controles de seguridad, con comentario incluido por si caía algo ("¿esas gafas de sol son para mi?","enséñame la cartera, podrías darme uno de esos", refiriéndose a billete euro) y tras embarcar, solo nos quedaban seis horas por delante hasta llegar a Accra.

A falta de media hora, uno de los azafatos vacía un bote antimosquitos y aterrizamos sin problemas. Andamos desde pista a terminal. 30 grados y 80% humedad. Tras atravesar la primera puerta una cámara térmica, nos enfoca y un control nos pide la cartilla de vacunación de fiebre amarilla. En aduanas nos chequean de nuevo el pasaporte, nos toman foto y huellas y tras recoger equipaje, nos lo revisan para comprobar que no llevamos nada ilegal.
¡ha llegado todo bien!
Nos embadurnamos en Relec y buscamos con la mirada en busca de Jamal, el coordinador de DAC. Allí nos recoge sonriente y nos conduce hacia el barrio periférico donde se encuentra la organización.
Sin tiempo para reaccionar, nos preguntaron si queríamos echar nuestra primera mano, ¡seremos peluqueros! Los niños se agolpan pidiendo ser los primeros para afeitarles las cabezas con una vieja maquinilla que nos han dejado y así evitar piojos y calor. Les divierte, y os confesamos que nosotros no nos quedamos atrás en esta primera experiencia.

No hay mucho tiempo más hasta que oscurece. A pesar de estar prácticamente en la misma longitud, son dos horas menos en Ghana y a las 18.30 ya es de noche cerrada y tiempo de cena. Nos avisan que el picante es una de las claves del éxito de la comida ganhesa y efectivamente: pica. Una de las cosas por las que preguntamos, el agua, no está embotellada, sino en bolsitas de medio litro a las que hay que dar un mordisco en la esquina para beber. Todo muy rico.

Toca descansar un poco y preparar nuestra cama para la noche antes de salir a probar una de las cervezas locales de las que nos han hablado: Club, por supuesto tamaño grande, 0,625 litros.
El domingo, la ciudad descansa como regla de oro, pero a las 10 ya suenan los cánticos animados de la iglesia del vecindario. Nosotros hemos aprovechado para conocer la playa y adaparnos a la temperatura, ritmo y humedad.
Las conversaciones y curiosidades se suceden, cerveza entre 5 y 8 cedis (entre 1,2 y 2 euros) pero al igual que con las fotos, os las reservamos para la vuelta. Ahora toca centrarse en aprovechar al máximo esta oportunidad única, aprender y ser capaces de aportar lo que podamos.

Un abrazo y gracias por leernos